miércoles, 10 de junio de 2015

Locke

El británico Steven Knight ha dado una pequeña gran sorpresa con la película que tenemos entre manos, viéndose inesperado, ya que su anterior filme Redención (Hummingbird, 2013) no era justamente una obra de autor, más bien cine de acción, con un ícono moderno del género, Jason Statham, y una trama con momentos  en buena parte típicos y hasta algunos empalagosos, aunque Statham pase por pordiosero y alcohólico, luego inquilino gay, y más tarde tenga un affair con una monja, que curiosamente nos recuerda a Ida (2013), mientras hace implacable justicia como guardaespaldas y gánster de chinos mafiosos, habiendo alguna impredecible escena brutal en el desenlace, y es que es un filme de entretenimiento puro y duro digamos, con algunos toques personales, porque tampoco Steven Knight es un neófito, teniendo en su haber ser el guionista de esa excelente película llamada Promesas del este (2007), pero es realmente un salto cualitativo lo que representa Locke en su carrera.

Locke tiene de protagonista al actualmente popular Tom Hardy como Ivan Locke, un hombre que hace un largo viaje en auto a Londres, donde tendrá que resolver toda su vida, poniendo en juego su matrimonio, su trabajo y hogar, a razón de sus valores y definición como ser humano, frente al background decisivo de un padre que nunca se hizo cargo de él, lo abandono al nacer, por lo que enterado de una disyuntiva a ese respecto, decide hacerse cargo de la repetición de la historia, aunque queriendo llevar distinta resolución, donde el filme tiene la particularidad de que todo el metraje se basa en seguir el interior de su auto y del viaje por carretera en plena noche, mientras dialoga por el teléfono incorporado al vehículo, con su esposa, hijo, su jefe, compañeros de trabajo, la persona que lo moviliza y algún nombre más que generan conflictos laborales y conyugales que durante el trayecto debe resolver.

La premisa resulta pequeña, discreta, el trabajo igual de minimalista, más allá del comodín que significa muchas veces ésta palabra, pero el buen manejo de sus pocos elementos, generando mucho drama, dolor, valor, pérdida (afectiva, material), ganancia moral, y existencialismo, sin ninguna solemnidad ni descarado artificio, en un quehacer muy natural, vital, y entretenido permiten que Steven Knight se gane fácilmente al espectador, aparte de que Tom Hardy resulta bastante solvente, estando en total estado de gracia y talento, viendo que todo el filme recae en la credibilidad de su performance, con distintos sentimientos, gestos y emociones que deben aflorarle al volante, teniéndolo solo a él en pantalla, en medio de unas luces nocturnas que bañan la imagen de naranjas y amarillos, mientras los demás únicamente ponen sus voces al otro lado de la línea. Lo que hace de la película una propuesta original, al estar pensada en un lugar tan reducido, y aparentemente limitador, no obstante logra compartir mucha humanidad, cuando Ivan pone de cabeza su vida, haciendo lo que cree correcto, propiciando atención y constante novedad con apenas un retrato cotidiano/común de la existencia de cualquier persona, una normalmente intachable que debe afrontar sus fallas.