viernes, 10 de enero de 2014

Capitán Phillips

A puertas de empezar con el Oscar 2014, la última película de Paul Greengrass se apunta a ser una de las favoritas de este año, teniendo altas dosis de emoción, sabe cómo mantenerte en vilo, ponerte a la expectativa del desenlace. Basado en hechos reales, el director británico se mueve en un terreno que domina, como se puede observar en anteriores películas suyas. Véase Bloody Sunday (2002), un retrato certero sobre la muerte de 14 jóvenes irlandeses en una marcha pacífica por los derechos civiles acaecida en 1972 cuando el ejército inglés disparó contra ellos sin la más mínima contemplación convirtiendo una fiesta por mejoras en el país contra el dominio británico en una masacre inaudita que se recuerda como el llamado domingo sangriento. Greengrass hace gala de un ritmo excepcional, contando esa batalla desigual en medio de las calles del norte de Irlanda donde se mezcla la estupefacción y el miedo de muchachos indefensos bajo el inclemente fuego oficial que parecía estar acometiendo una misión militar de aniquilación, por salvaguardar su supremacía. Para conocer al detalle ese acontecimiento, y sentir en la sangre el dolor de esa ignominia e inhumanidad, que se investigó pero no hallaron culpables directos dentro del ejército inglés que argüía haber sido agredido con armas desde la manifestación, que no se encontraron al final, este filme es preciso, intenso y pormenorizado. Se vive el sentimiento en un estado puro de recreación donde se trata de un realismo seco sin demasiados efectismos que mermen su acción y reflexión seria, con una dramatización milimétrica, sin sobredimensión, solo que sin desestimar el terror y los referentes familiares de la victimas que identifican vínculos con el espectador. Conteniendo los distintos puntos de vista, sobre todo de activistas legales irlandeses contrarios a la violencia, y una contextualización que brilla en una explicación didáctica que cautiva en su visceralidad, profundización y fuerza emotiva, dentro de una fatalidad histórica.

Otra clara propuesta referente que antecede la buena mano de Greengrass en el resultado de Capitán Phillips es Vuelo 93 (2006) que aunque toma la mayor parte de su metraje para ponernos en el lugar de los hechos, en el secuestro de una cuarta avión durante los ataques terroristas a las torres gemelas en que los pasajeros se amotinaron contra los extremistas árabes en la lucha por la supervivencia de un plan de último minuto, retomar el control de la situación y pilotear el avión escapando de una muerte inminente, que los condujo a la inmolación, tiene unos 30 minutos finales que ponen la lágrima a flor de piel, y pues cala muy hondo en su humanidad, albergando mucha fuerza escénica que llega a un desenlace que bien paga toda la paciencia que requiere ver el completo detalle de los acontecimientos recreados de aquel momento terrorífico, único, desgraciado, para las personas de éste vuelo. Ese cúmulo de emociones que despliega esta historia se puede ver más tarde en el mismo Capitán Phillips que se mueve en un constante estado de tensión, a través de idéntico anhelo de supervivencia, de su ansia de reencontrarse con su familia, al tener la voluntad y la expectativa de superar un impase de shock, una dura prueba existencial.

La última película de Greengrass retoma su buen hacer tras el impresionante éxito en el hito de colocar una saga en el agente disidente Jason Bourne que representó una buena bocanada de aire fresco en el cine de acción que seguro hizo temblar a más de una estrella en ese género, o más bien los despertó de su letargo último porque actualmente todos ellos están muy prolíficos, abriéndole la puerta a casi cualquier actor para convertirse en un hombre de armas a tomar y peleas a puño limpio. Y tener un bajón con la complicada, técnica y elusiva Green Zone: Distrito protegido (2010), la que hizo gala de mucho humo, aunque también de atrevimiento.  Capitán Phillips es adrenalina y sorpresa por montón, detrás del abordaje de cuatro piratas somalíes a un barco portacontenedores americano en medio del océano índico, de donde se dan muchos giros gracias a los contraataques de los que se rehúsan a ser solo víctimas, una característica del filme, si bien más tarde hay una muestra de grave desánimo en una carta de despedida escrita impulsivamente en medio de un momento álgido y como consecuencia un accionar suicida. Greengrass aprovecha cada minuto de su propuesta, y pues es una constante sacada de vuelta contra la tranquilidad, qué manera de generar tensión, y buscar aventura, su intensidad al contrario de agotar o disminuir, se va incrementando. Es un estado latente de emociones representadas en el rostro de Tom Hanks en el papel del Capitán Phillips, el que se mueve en el miedo y en su dificultad de inmovilidad ya que tiene cariz de héroe aunque proveniente de un hombre común. Su intrepidez lo lleva a no solo sentarse y esperar que surja un milagro, o que los comandos de la armada americana lo rescaten, sino se lanza a engañar o defenderse de su captores.

El filme salta de una conquista mayor bajo elementos rudimentarios, que no las famosas y temibles AKM, dentro de una ambición y hambre que llena el delito de una extraña pasión, para centrarse en un espacio pequeño que explota con efectividad, de la mano de una cámara que se arma con mucha vitalidad, que se mueve con ritmo y suma convicción, conocimiento. Es un thriller de primera como hacía mucho Hollywood no nos los entregaba.

La biografía de los hechos reales se amolda mínima a lo que se transforma – veloz, y se felicita ser tan directo porque dado el caso entiende cuál es su lugar, el que arma sin escollos de forma sólida con muy poco, entrando de lleno a la situación en el seguimiento de esos dos pequeños botes  a motor, a la vera de apenas una selección y negocio raudo en una playa- en pura acción, entretenimiento puro y duro bajo la impronta de una vida en riesgo, de salvaguardar la existencia de cada ser humano, el que una persona sea tan importante, y es que hay que recordar que todos los somos como bien siempre propone EE.UU con sus ciudadanos (sino pues uno pensaría para que tanto problema, táctica, preocupación y movimiento, si aniquilarlos a costa de desestimar a Phillips podría suceder más rápido de lo que un francotirador hace su trabajo, si bien hacen valer muy bien todo ese entrenamiento y sus ideales brillan en un ejército que efectivamente tiene también mucha razón de ser en pleno siglo XXI), porque en eso se convierte la propuesta, y no es un  demérito en absoluto, como se suele pensar cuando se piensa en arte y hay que tomar nota de ello, sino todo lo contrario, lo decimos como una gran virtud del filme que articula los componentes más primarios de una forma avasalladora y admirable, que vive gracias a que anida en ella sustancia, porque tiene su infaltable cuota de humanidad, como bien sabe exhibirla Greengrass, pone a un ser humano al borde del límite, al quiebre de su fuerzas, y nos entrega un destello de nuestra esencialidad que nos dibuja en nuestro tesón y ánimo de supervivencia.

Otro punto es que los piratas aunque son muy sencillos, la mayoría esquemáticos, se articulan visualmente al máximo para dar una recreación vibrante donde cambian de la mera amenaza o inactividad dentro del peligro que representan a la alevosía y la criminalidad más violenta, como Muse (Barkhad Abdi, loable en un pequeño  pero importante papel lleno de fuerza, que tiene su lado de expresividad y no es exagerado, como requiere su rol) que es el inteligente del grupo, el líder, y el que posee mayor control y que es más osado que el resto, es el que despliega cierta complejidad pero basado en su desenvolvimiento activo, que no en ningún background salvo que es un pescador pobre que no tiene oportunidades en su mundo, como sus compañeros. Siendo alguno débil, producto de una herida en el pie, y otro bastante exaltado e intimidante, más salvaje. Los cuatro cumplen, y favorecen el filme, cosa que suele quitarle a menudo a la mayoría de películas, el contar con lo autóctono, los no-actores. En cambio los cuatro somalíes están estupendos, y demuestran que se puede lograr la ansiada verosimilitud con ellos.

Capitán Phillips es una gran película. Particularmente no hallo punto flaco, y no tengo ganas de buscarle defectos,  porque es sencilla y sabe aprovecharlo, logra sin problemas engrandecerse, no hay exaltaciones innecesarias, no hay más que emociones justificadas. Su desenlace es una clase de actuación que nos recuerda que Hanks es un actor experimentado, sabedor de sus alcances, bastante cuajado y maduro, y es que habíamos olvidado que tiene dos Oscars en su haber, y claro, nos lo acaba de hacer ver, por medio del genio de Paul Greengrass.