lunes, 2 de diciembre de 2013

Gravedad

Había que esperarla en pantalla grande y en 3D, y así lo hice, como no podía ser de otra forma, y es que los efectos especiales y la sensación de las nuevas tecnologías puestas en práctica para la sala de exhibición apuntaban demasiado alto para perdérnoslo de la manera que había sido concebida, frente  a un enorme y absorbente ecran luminoso. Y me produjo mucho vértigo con tanto giro, ingravidez y vacío, y me gustó estar dentro del casco de Ryan Stone (Sandra Bullock), sentir su miedo, su tensión por sobrevivir en medio del espacio donde el director mexicano Alfonso Cuarón fabrica una pequeña nueva revolución cinematográfica, en un filme que muchos llaman obra maestra y les ha recordado a la más grande space opera del séptimo arte, 2001 Odisea del espacio (1968), siendo incluida en el siempre desconcertante top ten anual de la famosa revista francesa Cahiers du cinéma.

Estar fuera de la tierra en el espacio es definitivamente algo aterrador, de mucho respeto, tanto como apasionante; la pequeñez del hombre brilla en el silencio y la soledad dentro de la inmensidad de las galaxias, en una trama muy básica (principal crítica de los detractores de la propuesta), regresar con vida a la tierra tras el descontrol y la proclividad a la muerte bajo una delgada línea de probabilidades al verse abandonado en la vastedad de nuestro sistema solar producto del choque de los restos de un satélite destruido, que intempestivamente van a dar contra la plataforma donde se halla nuestra heroína Ryan Stone y su compañero Matt Kowalski (el encantador George Clooney haciendo de sí mismo, pero estupendamente, con el toque de la experiencia profesional y la de su personaje) mientras se fomenta la metáfora del renacimiento tras la debacle existencial, el hundimiento, la decepción, la apertura de la derrota, luego … la luz, como la de ese bello amanecer visto desde afuera del globo terráqueo.

Lo vemos de la mano de una simbología, la de la posición fetal en el interior de la barriga materna, la de los cordones umbilicales, la de la fecundación del planeta y la final explosión del nacimiento saliendo del agua en representación del líquido amniótico, para mediar una toma que muestra a una especie de gigante en la figura de Stone poniéndose laboriosamente en pie, nuevamente; como una guerrera que ha conquistado su dolor, ya que lo traía como una herida abierta tras la pérdida de su única hija, sumiéndola en un desamparo existencial, pero que irá a entremezclarse con el de las etapas de su lucha literal por sobrevivir, tras la resignación, la esperanza (el sueño analítico de su guía, uno común a cualquiera, un amigo), un replanteamiento personal/contextual y la esencia del filme, la resurrección producto de enfrentarse al temido universo, que es también un enfrentamiento consigo misma.

En sí el filme es poderoso en su esencia emocional, pero no parte de un dramatismo exacerbado, lacrimógeno, tanto que se nos cuenta su pasado de forma escueta y sencilla, con comentarios reveladores salidos de su propia boca, aunque duros de manejar (y cómo sensibiliza, porque te identificas con algo abstracto y general), producto de la fatalidad de los acontecimientos actuales, el estar a punto de perder el oxígeno o vagar por el limbo de los astros sin poder retornar, yendo hacia la inminente muerte. Esto yace impregnado en cada acto de Stone, en que ella se mueve bajo lo interno (sin volverlo redundante, sino ya en algo implícito), y es ahí que el filme revela sus cartas, su leitmotiv, y no requiere de más argumento, disfrutándose como una aventura de batallar contra distintas y constantes adversidades, en varios planos, comprendiendo que se trata mucho de entretenimiento, no exento de fantasía y esa típica buena suerte que acompaña al héroe aun siendo ella una inexperta como astronauta.

Es la historia de salvación de un hombre en un millón, siendo capaz de fallar hasta el más profesional. Y en ello con todo es transparente ya que denota que no pretende complejizarse en ningún momento salvo contener cierta aura leve de profundización y entendimiento que compagine la estructura humana, en ser desde adentro hacia afuera. Pero en una propuesta que busca ser directa, clara, generándose muchos momentos de inquietud y peligro haciendo que el espectador viva cada minuto como si estuviera ahí afuera, siendo una película de sentidos, poniéndonos en el lugar casi físico gracias a los efectos, tras la empatía con el personaje (uno que puede ser nosotros).

Sandra Bullock derrocha carisma y eso se explota, más su sólida interpretación, y es que si no nos gustaba mucho antes (aparte de lo guapa que es), ahora no podemos más que aplaudirla, tanto que el filme es –hay que decirlo- ella (sino te gusta Bullock ni lo veas, o quizá igual sí, porque si dejas los prejuicios con su persona vas a salir complacido con su interpretación), en que vive en la perfomance de no dejar de rodar aunque tenga ratos donde tome aire o muestre debilidad, siendo sobre todo alguien de temple, no una damisela en apuros, pero habiendo en ello equilibrio, siendo despierta, no le queda otra tampoco, y es un buen mensaje, muy fiel a la cotidianidad que nos ataca la existencia. Ella tiene que sopesar miles de contratiempos en un lugar espectacular, que es el entusiasmo y la vitalidad de ver el filme, imposible negarlo. Qué bien que lo hace Cuarón con la técnica, la tecnología y la cámara que nos hace realmente creer en un escenario avasallador e impactante con todo ello.

Tiene una estupenda recreación y nos proporciona un viaje placentero, como en la literatura cuando te metes en la precisión de una imagen descrita bajo una prosa fina. Cuarón ha expandido algo pequeño, provocando la minuciosidad y la grandeza en el reto continuo, mediante la magia del cine. Y puedes complementarla con el corto de 7 minutos de Jonás Cuarón, llamado “Aningaaq”, que se trata del relato del pescador de Groenlandia que estaba en la otra línea de radio cuando Stone no puede entenderlo, y le aúlla a la luna, en lo salvaje, solitario y poético.