domingo, 27 de octubre de 2013

Antes del anochecer

Muchos dicen que es la mejor de las tres, pero en mi humilde opinión creo que ya deja ver que el recurso ya cansa y lo sabe Richard Linklater, lo de ir por las calles conversando sobre temas trascendentales u ocurrencias divertidas que exploren las personalidades de ambos y distintas temáticas como dos personas cultas sin frivolidad o estupidez, pero relajadas capaces de divertirse mutuamente con sencillez e inteligencia.

Y se da un giro con peleas mundanas pero álgidas -su estabilidad y compromiso penden de estas "tonterías", centradas en el anhelo de mayor proximidad con el primer hijo de Jesse- sobre esa cápsula de conflicto en que se convierten la mayoría de relaciones con el tiempo justo cuando están en el cuarto con un topless muy moderno que quita todo atisbo del romanticismo de antaño por una naturalidad que trata de decirnos que ya ha pasado mucha agua bajo el río, y la relación necesita de mucho esfuerzo si bien hay rastros de amor, como la de cualquiera se supone y se cree, ya que la idea es verse identificado claro, y tiene varias virtudes y eso la hace una buena película, pero sigo creyendo que la magia de la primera es imperecedera y la segunda era como un pequeño colofón que sumaba al final esperanzador de la anterior, a todas luces finiquitado en Antes del Atardecer (2004), por más que haya quedado en parte abierto al punto y lo preciso (esa avión se perdió y el resto es formalizar ante cualquier limitación, ¿para qué más?).

Sin embargo, ya la edad se interpone en la tercera, lo digo lastimosamente aunque se le saque jugo elogiablemente en el filme, y haya buenas preguntas al respecto, pero ya queda como algo menos mágico, como han querido que sea, pegándose a la realidad, como rebatiendo la inocencia y fe de antaño del juntos por siempre y en intensidad, que es lógico que cambie pero a mi punto quiere borrar buena parte de lo pasado, que como uno sabe y aprecia, la ilusión vale millones. Es entonces que se da menos espontáneo, ya que la dureza y la madurez se interponen aun manteniendo la sinceridad y busque la fluidez de sus diálogos y de un paseo como en las precedentes. Se hace irrebatiblemente más ordinario, pero de ese lado que a uno le disgusta conocer me parece, porque la magia estaba en la pasión y la libertad de conocerse y sentirse compenetrado con el otro, de realizarse y nada más.

Ésta es una película notable como experiencia de una edad y sus sentimientos compartidos en el tiempo pero que me desilusiona un poco aunque me alegre intelectualmente como en el fondo se adjudicaba debajo de su sencillez argumental, y aquí tome una forma más práctica, auténtica y útil. Yo creo que es una muy buena película, no lo dudo, pero de igual manera creo que merece (nos merecemos) que se haga algo en el trayecto de las dos primeras partes en un futuro -ya en otra película y realizador- pero con ese tono pensante y profundo, porque aun así se les ha escapado la magia aunque ésta halla mutado hacia el aplauso racional, y lo sentimental siempre será algo tan fuerte y primario/principal, la esencia de las tramas de la trilogía. 

Ésta última película rompe con ese cuento romántico, disminuyendo el  encanto de la relación y la compenetración con el espectador en el ideal y la ilusión anclada de alguna forma a la realización mundana, en el buen sentido de la palabra, esperanzadora, bajo las relaciones fluidas y dulces en que uno podía verse reflejado y sentirse en el lugar cotidiano de nuestra juventud que como hombres nunca debe morir de espíritu, gastado en la trama del tiempo y la existencia de pareja que desde Antes del amanecer (1995) lo anticipan y quieren no llegar a ello, como el mismo recurso de agotamiento de hacerla una trilogía y con lo que no se puede evitar romper algo, no dejando ya otro camino como concepto sin desbaratar el esqueleto del formato de Linklater. No es para todos los días, pero debería yacer el romance imperecedero durmiendo y despertando bajo el fuego del fénix del impoluto recuerdo, 

Han dejado ir el pasado como si se remontaran a una fotografía en sepia, por algo más rotundo, y menos feliz, más fácil de concebir porque es mucho como la vida. No es que nos engañe o no siga ciertos parámetros anteriores debajo pero es el camino de la desilusión el que amarga y nos quita lo ganado, la fe, lo que nos ha entusiasmado hasta “creernos” el forever and ever por otro sentido que le minimiza. Caen ahora en el lugar común en donde terminan los viajes amorosos, ¿pero cómo hacerlo con algo tan hermoso?, cuando es la hora del trabajo y el sentido imperecedero de ese baile sensual y esa mirada contemplativa fascinada de Antes del atardecer, pero bueno mengua bastante pero hay y de eso trata a fin de cuentas, en otro tono, uno realista. Incluso la cena entre las parejas en Grecia está plagada de ironía y monotonía, cansancio, reproche y dureza, ¡una traición!, solo salvada a último minuto en el relato de la anciana viuda luego de golpearle repetidas veces al romance como si de una bobada se tratara propia de otra época distinta a la actual o una inocencia temprana. Aunque no tendría que guardarse de dicha revelación, debería abogar por la ilusión del resto que viene detrás, o invocar el aliento para vencer esas dificultades como en el mencionado Viaje a Italia (1954), que haciendo diferencias, en la de Roberto Rossellini se es más duro aún. Finalmente se articula en el último discurso en la terraza y la ingeniosa nota de una máquina del tiempo.

No obstante, ver a Jesse (Ethan Hawke) haciendo gala de su carisma pero fallando con una más intratable Céline (Julie Delpy) duele, molesta en cierto sentido, aunque es muy normal dentro de las vivencias del matrimonio avanzado en años, que es el escenario que se quiere lograr. Siguen juntos pero como quien ha olvidado parte de ese hermoso viaje por Viena, y creo que hay recuerdos que deben ser intachables. Así le pasa por ejemplo a Las Guerras de las Galaxias, tomando distancias, en que nos intriga saber más, nos genera curiosidad, pero los pelos y señales no hacen trabajar la siempre pertinente imaginación, esos lugares de misterio que enaltecen el pensamiento; se desvirtualiza esa capa de oscuridad que a las historias le caen tan bien en cierta medida. Y aquí el romanticismo, la ilusión, la fe, el optimismo, y todo eso se ha perdido un poco en este drama en que se ha convertido Antes del amanecer, por ello prefiero la primera, y creo que los más jóvenes deben verla y olvidarse de la última por un buen tiempo.