domingo, 20 de enero de 2013

Zero Dark Thirty


Kathryn Bigelow vuelve a una historia bélica tras su triunfo con the hurt locker (2008) que le dio un Oscar a mejor director y uno por película. Vuelve a ponerse en el ojo de la tormenta, si antes era el contexto de la guerra de Irak, ahora es la eliminación de Osama Bin Laden.

Con the hurt locker evitó la polémica del aura política entorno a la invasión de Irak, creando un filme que trataba lo existencial, la naturaleza del hombre que se siente vivo en la guerra, que necesita de ella y le salió un filme pequeño pero muy bien tratado, una pequeña obra maestra, pero con su nueva película no evita dar algunas ideas, incluso hace mención del error de agredir a un país tras una calumnia, de decir que tenía armas de destrucción masiva cuando no las había, y nace del temor a repetir el mismo desliz en una nueva situación. Esta vez su registro muestra no exactamente una crítica sino el desnudo de varios métodos usados por la CIA que no son muy legales ni humanitarios ni propios de esos derechos humanos que siempre le han prodigado al resto se deben de respetar, pero, claro, enfrentándose al terrorismo y a la muerte de 3000 ciudadanos norteamericanos, a sangre fría, como sale de boca de un torturador y élite de inteligencia, como ellos pueden juzgarlos, y en un punto lo hayan necesario, ya que quieren información y se enfrentan a un enemigo sádico y muy duro, ponerse en la piel de una guerra de este tipo los hace convertirse en un tipo de bestias clamando venganza, duela a quien le duela. El discurso de los hombres secretos tras Bin Laden  es claro en ese sentido.  Pero el filme es muy neuronal, muy sistemático, muy elaborado en su estructura milimétrica de detallar todo el trayecto que llevo a encontrar y matar a Bin Laden. Toda la inteligencia norteamericana al servicio de una búsqueda, tecnología y dinero al servicio de esa titánica y decidida labor, expertos tras su pista, capturas y torturas, la parte sucia del negocio, que es visto con mucha naturalidad y frialdad, como un método más y hasta indispensable, ya que de ese lugar salen todos esos nombres gracias a la traiciones inducidas por el quebrar la moral y resistencia física del terrorista. En pantalla tampoco es que Bigelow nos remita a los más cochinos métodos de tortura, lleva una cierta contención y los encargados de ejecutarla lucen muy profesionales, pero es valiente en exhibir ese lado oscuro de la gestión contra los terroristas. Luego se ve que hay cambios y ya no se puede llevar ese tipo de interrogatorios pero ya tras muchos años de conseguir nombres. El método cambia, se busca comprar información. Se adscriben a reglajes, a intervenciones telefónicas, a continuar moviéndose por los países donde creen se esconde Al Qaeda.

El personaje principal lo lleva la actriz Jessica Chastain como Maya, encargada directamente de forma obsesiva de esta misión, y  a contracorriente de una administración que parece cansada y menguada, desconfiada de nuevos datos, ella tiene la clara determinación de hallarlo y empuja a sus superiores y a su equipo en la dirección de sus prioridades, para ello la pista principal es el nombre del mensajero del líder terrorista, cree que Osama sigue repartiendo órdenes, y esboza la estructura que se debe estar llevando de donde tiene un nombre que se le escurre entre las manos (todo apunta a ese lugar y esa es la línea que sigue), el filme no se hace problemas y se enfoca en esto, la trama está muy simplificada, muy digerible, no hay abundancia de información sino se da en lo más relevante y característico, hay un buen ingenio de dejar muy transparente y fácil las operaciones y la labor de inteligencia, los actos que siguen durante los años. Es un filme largo como actualmente se acostumbra, dos horas treinta y siete minutos, en que se da con buen ritmo y bajo una estructura que aunque con similitudes es suficientemente creativa para seguir aportando novedades sin romper esa estructura sencilla que ostenta.

El filme hace hincapié en que se enfrenta con un adversario no solo el típico musulmán auto-inmolado  sino inteligente, cruel y siempre peligroso, para ello hay atentados, hay tensión. Se recalca una cierta inseguridad y se pretende que de alguna forma equiparan fuerzas desde sus propias condiciones, que una vez vistas en las últimas escenas de como los comandos abordan la fortaleza estratégica de Bin Laden (magnífica recreación, pormenorizada y trepidante, de lo más destacable del filme, es como esperar algo impresionante y que efectivamente todo sea como lo previsto, y hasta mejor), demuestran el poder y las diferencias abismales, que Estados Unidos era muy superior, sin embargo eso implica más una sensación de constante miedo ante cualquier mínima reacción y respeto por su contrincantes. Bigelow demuestra mucha seguridad y madurez, es un tema espinoso y eternamente mediático, doloroso, delicado, que produce ira, para su país y compatriotas, pero ella no es sensacionalista, tiene mucha calma, mucho aplomo, un rasgo suyo es que no trata de exagerar en general y eso se agradece, y le beneficia, recurre a  ciertos inevitables artificios, pero los menos o tan bien construidos que no son notorios como para dar la sensación de seriedad, de réplica documental desde la ficción, asumiendo emoción y un lado dramático, comprometido, emotivo, pero todo con su buen quehacer, claro sin rodeos pero recatado de cierta forma. Hay un control en la dirección que evita los constantes errores de películas que tratan temas parecidos,  no se regodea en nacionalismos que es algo muy americano, hay como un cuadro que pone cierta objetividad, en lo posible, incluso Bin Laden es más un objetivo que otra cosa, y eso es un acierto de su cine. También un aire apolítico, más pegado a lo neutral, a seguir solo dando a conocer su relato. Bigelow nos cuenta una historia que es descriptiva y situacional, pero lo hace tranquila, dejando al espectador un poco libre, y todo sabiendo que hay ideas intrínsecas que no se pueden evitar, el odio a Bin Laden y una sensación de triunfo, pero más bien se despreocupa de ello, lo da por natural, no necesita recargarle  ni explotar ese lado, y lo asume en la medida de lo indispensable solamente. Humaniza la historia, en lugar de mitificarla, la hace real, concreta. La pasión la pone literalmente en su personaje, asume toda esa convicción y deseo del pueblo americano en algo tangible, y demuestra honestidad, más inteligencia, y al aceptar ciertas realidades y ponerlas dentro no como método sino como un ente vivo identificable uno se siente dentro por entendimiento propio, y eso es constante, Bigelow nos dice, nos enseña sus ideas, y busca nuestra complicidad más diáfana.

Hay un cariz de compenetración sentimental en Maya pero a su vez hay un deber, y este se lleva como tal. Y hay una sensación de que esa es la personalidad de Bigelow, más coherente todavía. Todo apunta a un filme limpio, dentro de lo humanamente aceptable viendo la temática y las raíces con esta (la dificultad de no existir la inocencia), tratado con cuidado pero con cierta osadía. El mundo puede entender que se matara a Osama Bin Laden y todo lo acontecido en su persecución (en el filme hasta se desliza que es “accidental” los últimos disparos, y ayuda mucho ver que a los soldados no les tiembla la mano cuando matan a los compañeros del terrorista y hasta a una mujer que se interpone y trata de salvar a su pareja, y parece sincera la directora), y eso se desprende del ingenio de la autora en la defensa y orgullo sutil de esto. El desenlace nos remite a una metáfora de la muerte de Osama Bin Laden, un alivio, un poder descansar del terror. Algo que había que hacer.  Como ésta historia en el cine y que mejor que lo haya hecho una directora de la talla de Kathryn Bigelow, a quien a la larga todos en su país terminaran felicitando, y el Oscar quizá sea el gran faro en una historia con final conocido.