martes, 8 de enero de 2013

The cabin in the Woods

La ópera prima de Drew Goddard, que comparte guion con Joss Whedon (The Avengers, 2012) es un filme de terror que nos muestra bases importantes y generales de éste, nos exhibe el formato de los personajes estereotipo dispuestos para nuestra recreación, se ubica en un lugar típico del género como una apartada cabaña en el bosque –como reza su título- y explota en un mix totalitario toda clase de ejes activos del horror, juega a parodiar el rubro con total irreverencia, y no se hace ninguna comedia, sino igual muestra un efectivo impacto en su lado gore (el cuarto en que se libera a todas las bestias, entes paranormales, asesinos y monstruos) y termina tras revelarse tan creativamente desenfadado como una estupenda muestra del misterio que cumple con maestría el darnos hora y media de espanto, en una historia que nos expresa que el cine de terror y esas muertes tan violentas y escalofriantes que la definen son el punto de soporte de algunos ritos de sacrificio pagano necesarios y ancestrales del que depende el equilibrio del planeta. Jugada maestra que cierra una historia en pleno dominio de una constante originalidad.

Cuando vemos que una historia paralela, unos tipos detrás  de varios computadores, a las vacaciones de cinco amigos universitarios, están de alguna forma vinculados, empieza la extrañeza, y la curiosidad, se despiertan las expectativas de saber de qué se trata todo, que conllevara  algo que trata de desmitificar al propio terror, y cuando esperas que todo lleve sentido, que en realidad se justifica pero desde su fantástica visión, miedo y broma, te asalta el entusiasmo de una propuesta muy imaginativa y contundente, y se satisface esa espera.

No duda en restregar su malvado sarcasmo en la pantalla, pero sigue siendo una historia que imprime temor y sobresaltos – en una parte es una mezcla de John Carpenter y George A. Romero-.  Propuesta que seguramente quedara como cinta de culto. Incluso llega a aparecer un ícono del cine sci fi de horror para tratar de resolvernos de que trata toda la historia, y no se hace problemas, nos lo resuelve en cuatro palabras y esa frescura llega hasta el final.

Todos sabemos que el cine de terror es algo prioritariamente para divertirse, al que no le solemos pedir demasiada argumentación, ya que es para dejarse llevar, para explayarnos en nuestro instinto de supervivencia, para impresionarse con lo visual, para estremecerse sin pudor, pero en la presente parece una consigna, luciendo como la exposición de una clase de cine específico, que indica la esencia, su práctica y hasta su pasión, el mundo necesita de historias de terror, lo dice literal y metafóricamente.

Muéstrale al público lo que quiere, señala un espectador del cine hecho realidad, uno de nosotros como protagonista, un amante de estas películas. Quiere que la bella rubia fácil se desabroche el camisón y enseñe sus redondos y formados senos. Y por supuesto, lo hará y ya sabemos lo que viene, una espantosa muerte en la noche, típico del slasher. No una sino muchas veces se van desnudando las ideas, en una continua revelación de autor pero adscribiéndose en ser otra exhibición más, teniendo una trama propia y un hilo conductor, que por su particularidad es y no es, y es perfecto porque los límites están para superarse.

El héroe en motocicleta augura la salvación, pero en una sacada de vuelta será el tonto el que tome la posta, y es que el filme rompe muchas reglas tras mostrarlas. Y así como uno de los protagonistas hace ver, es como si estuviéramos en un reality, un lugar para ver la “naturalidad” de los comportamientos y el develar de los secretos. No deja indiferente, tiene bastante personalidad y es muy entretenida. Sí, para fanáticos, pero que más se puede pedir.