miércoles, 30 de enero de 2013

Lo imposible


La película de Juan Antonio Bayona ha roto récords de taquilla en España, se ha convertido en una de las cintas más rentables de la historia de su cine, lo cual se debe a tres factores desde quien se encarga de ésta crítica, uno a sus actores, a los muy famosos y queridos por el público, Naomi Watts y Ewan McGregor, a los que si les va en serio la broma de que irían a España ante tanto éxito, recordando que McGregor estuvo en el último Festival de San Sebastián (2012) para promocionar el filme y recibir un premio honorífico, el Donostia. Otro a su lado emocional, sentimental, su dramatismo escénico que conlleva el núcleo de la humanidad, la familia, su unión y su desesperación ante el caos que los pone frente a la muerte y a la omnipotencia de la naturaleza, a su salvaje quiebre y destrucción. Y tercero a ser una película muy bien estructurada, dosificada inteligentemente durante sus casi dos horas de duración, una primera parte desde la madre, María (Naomi Watts), junto a su hijo mayor, Lucas (Tom Holland), y la otra desde el padre, Henry (Ewan Mcgregor), y sus dos hijos menores. La cinta se alarga en base a una sencillez temática y no se repite, logra guardar un aire de novedad, asumiendo constante emotividad en una variedad de momentos. La historia es sobre el tsunami que arremetió la costa sur y sureste de Asia el 2004; la familia Bennet, de origen inglés, son participes de ese desastre natural cuando vacacionan en Tailandia.

El primer factor

Son muy bien desplegadas las actuaciones de los protagonistas, llevan una buena carga de tensión y de temor, en esa desesperación que implica el amor más fuerte de un ser humano, el de sus seres más próximos, el de la esposa y el de los hijos. Watts ya ha mostrado antes una clara disposición al drama, a mostrarse sometida por el feroz destino, por lo que a ella no se le hace complicado compenetrarse con un personaje que yace mucho en la congoja, en el dolor, pero también siendo a ratos fuerte como en su nado dentro del maremoto tras violentas sacudidas y heridas. Lo que busca en su aporte interpretativo es la intensificación del drama, no se trata de diálogos sino de trasmitir con lo físico, ya que más anda convaleciente, echada en una camilla, adolorida, golpeada por la inclemencia de algo impremeditado en un país distinto al suyo. Lo logra, funciona, y es una contundente competidora al Oscar 2013, única nominación del filme en dicho certamen pero que en los Premios Goya ostenta 14 nominaciones. Watts prima en lo que conmueve y en lo que genera complicidad visceral en el espectador. 

Así tampoco le va mal a McGregor, que nos tiene acostumbrados a su simpatía, a su seductora y agradable sonrisa, siendo un carismático actor que suele mostrarse en pantalla y fuera de ella como el más normal y feliz de los individuos, su papel no decae y logra asirse convincentemente al mismo registro de Watts, aunque en estado hiperactivo ya que en él recae la natural responsabilidad de su unión familiar, relegada en buena parte a su hijo mayor que toma la posta y se hace cargo de su madre, mostrando aplomo, y madurando en el desastre, recordando que en el avión no se valoraba mucho la tranquilidad que reinaba, había cierta insolencia en no apreciar que la vida puede ser bastante endeble y que estar seguro es una bendición que agradecer, como termina sucediendo en el desenlace, conscientes de haber sido participes de descubrir una realidad que les da un renacimiento existencial. 

Tom Holland es un fenómeno, una joven promesa, su aporte inquieta, enardece, fastidia, entristece, emociona, es muy expresivo y lo hace desde la representación de su edad, desde su inexperiencia en la existencia y desde su fuerza vital, desde mostrarse tal cual, desde sus más abiertos sentimientos, puede ser molesto y a la vez enternecernos, es una buena muestra de la complejidad humana en su lado primario, desde el instinto y lo más interno, lo más simple y a la vez lo más potente y verdadero. Su actuación sobresale y domina el ecran, la preocupación, la fortaleza, se propone desde su rol, en un estado naturalista.

El segundo factor 

La esencia del filme, ya que realmente la trama es muy plana. Vale el filme más por su fondo esencial de poderosos afectos, una familia rota literalmente por un desastre que busca reencontrarse. Ahí Bayona hace gala de todo su ingenio, de su lado más cautivante para el público sensible. Constantemente recurre a escenas donde hay emociones, el niño rubio que ayudan al inicio que está abrazando a su padre, Lucas expresándose gestualmente ante ese momento. Tenemos el creer a la madre muerta cuando no la encuentran en su camilla del hospital. La pelota roja en manos de Henry en el lugar de los acontecimientos, la piscina en donde jugaban sus vástagos. La descripción del incidente desde lo personal en medio de la fraternidad de un grupo de sobrevivientes foráneos. El filme es una mirada occidental con predominancia extranjera desde el espacio asiático pero que pone algunas figuras autóctonas. Esto puede ser incongruente en cierta forma con ese cariz universal en que se basa el filme o es que no lo toma en cuenta el director porque lo cree implícito no viendo ninguna diferencia ni necesidad en las distintas ascendencias implicadas, o es que era una producción destinada al público angloamericano en que gustan de verse retratados mayormente. La zona es exótica y paradisiacamente turística, e incrementa la sensación de unificación de lo que es la vida, el goce y el sufrimiento siempre a puertas uno del otro. 

Abundan los momentos esenciales de afecto. María tratando de darle valor a una damnificada en estado de shock. Lucas siendo diligente y ayudando a hallar personas separadas por el tsunami. El padre explicando a los pequeños hijos que tiene que encontrar a su progenitora. Un sinfín de piezas que articulan el estado de mortificación y entusiasmo ante superar alguna crisis que destruye toda nuestra seguridad y paz. Como es algo fragrante mucho se cae en cierto estado de facilismo en cuanto al dramatismo pero a su vez parece un reto de credibilidad, busca ser convincente y de eso trata pero a veces no convence o es que se nos duerme el sentimiento, caemos algunas veces en la frialdad de la desconfianza, dándose una aclimatación ante la constante reiteración emotiva. Pero es un toma y quita, a ratos nos conmueve, nos moviliza y a otros no deja indiferentes, esto varía en el espectador, pero es inevitable ya que es repetitivo. También parece a ratos algo grandilocuente, solemne, parece una declamación poética con énfasis en sus versos, en sus estados e instantes, algo que entre desmerece ante la exageración y dramatiza eficazmente. Démosle mitad y mitad, ya que sino no apreciaríamos en nada el filme siendo esto lo importante del conjunto. Definitivamente no es banal pero sí que es muy sencillo y comercial el filme. Estoy seguro que Bayona sería un monstruo en Hollywood en cuanto a recaudación y llegada masiva.

El tercer factor

Con esto el tercer factor es sacar provecho de los dos primeros puntos y lo hace bien. Se ve un tecnicismo escondido muy bien pensando, prolonga lo que podría caber en unos minutos, se centra en las consecuencias del tsunami sacando siempre un as bajo la manga y sin amodorrase enfocándose en su continuidad coyuntural dando giros e incrementando la curiosidad, no decae, no deja de crear interés y eso es un don ante la sencillez que trabaja. Tiene la vocación de centrarse en un núcleo que figure el conjunto, de esto que podamos perdonarle una cierta ausencia de conjunto, de ser completo en toda palabra que no lo consigue en ciertas ausencias o quizá no lo busca. A su vez los efectos especiales son perfectos, la recreación de lo que le sucede a María no puede ser más detallista y lo de la piscina basta y sobra para asumir la catástrofe, eso sí.  Bien por Bayona que produce reflexión, algo que pensar de forma directa, simple, como la vida misma es en la práctica, y aun así tan complicada en todas sus aristas desde una raíz elemental.