martes, 15 de enero de 2013

Life of Pi


La película que nos compete está dirigida por el taiwanés Ang Lee, merecedor del premio de la Academia del 2006, por Brokeback Mountain. Pi, un joven indio naufraga en el océano pacífico y sólo en una balsa adaptada por él queda a su supervivencia, conviviendo con un tigre de bengala llamado Richard Parker. Todo ello contado por el propio Pi a un novelista que cree que su historia será un éxito de ventas. Sin embargo, sería muy frío el filme si sólo fuera esto, y éste propone calidez, identificación, y se afianza a una reflexión sobre Dios y, además, la trascendencia de los animales, por lo que tenemos una propuesta muy solvente.

El filme arranca como un cuento, pero primero somos participes del exotismo y belleza salvaje de una gama de bestias del reino animal, para luego ya entrar a rememorar el particular nombre de nuestro héroe en la denominación de una famosa piscina francesa, Molitor, y así queda, en recuerdo del mejor momento de la vida del amigo entrañable de su padre, Piscina Molitor Pate; lo que será motivo de burla en el colegio, pero llegará el audaz rescate de su orgullo con un nuevo sobrenombre, únicamente –y bastante- Pi, como el esencial número irracional infinito. A continuación se brinda el contexto del protagonista, el zoológico, el primer encuentro con el tigre, el amor, las múltiples religiones y el viaje familiar a Canadá; mediante buen ritmo, carisma y soltura, mientras volvemos momentáneamente al presente, donde yace el actor indio -conocido en América- Irrfan Khan en el papel del personaje ya adulto.

Una notoriedad del filme es que aparte de una breve intervención del francés Gerard Depardieu no hay figuras que reconozcamos con facilidad en el mundo occidental, aunque en adelante estoy seguro que muchos recordaran la belleza de la actriz india Tabu, y al joven actor Suraj Sharma del cual el filme se apoya en lo que en realidad es, los días de abandono y resistencia de Pi en medio del océano, tras un comienzo atroz, el hambre y la depredación, entre una hiena, un orangután, una cebra y un tigre. Escena metafórica que nos reta a creer en algo increíble al servir de contraste y que pone en juego el reto de la fantasía para sustentar la creencia en Dios. Una hipótesis que busca “convencer” o conciliar con el no creyente, brindándole lo que espera escuchar aunque creando complicidad. Ya antecedido por el diálogo con el padre de Pi en la mesa familiar en donde invoca la racionalidad como centro de la mejor forma de creer. Audaz pero muy lejos de complacer a todo el mundo, pero, claro, busca hablarnos de religión de forma amable en un mundo que empieza a no creer más que en lo terrenal, sin embargo es de destacar que la habilidad de la historia logra colocarse de tal forma que la que parece fantasía resulta la mejor opción; otro homenaje, aunque discreto y parcial, al género al que se adscribe para algunos, mientras que para otros se trata de aventura. Y esto es definitorio para ponernos en el lugar al que llama nuestra consciencia religiosa o nuestro agnosticismo, e incluso el filme va más allá, propone que hay alma en los animales. Richard Parker puede ser un ángel, la última escena nos deja esa sensación. Lo que sí es que éste es un tipo de reto espiritual; es lo que entiende Pi sea o no verdad; un reto de fortaleza, como el mismo personaje lo dice.

El relato tiene un cariz fantasioso, propio de un cuento de las mil y una noches y se nota desde el comienzo por la forma de la narración, siendo además literalmente un recuerdo a puertas de ser una obra literaria. La condición del joven en la intemperie inclemente atrapado con un animal indomesticable no es algo muy realista. Aprender a sobrevivir sin ninguna experiencia, con manuales, con un bote que parece salido de un milagro, estando impávido, y encima afrontar una responsabilidad ajena y especial, no alcanza como historia verídica, pero como ese es el leit motiv del filme, estamos ante una propuesta redonda en lo argumental.

Al naufragio se le dan algunos matices. Pi sueña, desvaría, ve en los ojos del tigre, y esto inteligentemente se ajusta nuevamente al fondo de la trama, a la creencia de Pi en algo distinto a su padre, como en el lado cristiano del protagonista. No obstante, esto hace de espejismo, de treta al fin y al cabo, ya que Pi recurre a la lógica paterna para proclamar su ideología. El asunto de creer se vuelve más alucinante, recordemos que ya sabe el director que eso le sirve -gracias al guion de David Magee, basado en la obra del canadiense Yann Martel-, y cae en lo que se puede ver como otra metáfora, el mundo tiene una noche y un día, dolor y esperanza, mientras en la vivencia más práctica la isla yace desierta por su capacidad de muerte que la cobija y eso impulsa a que nuestro héroe emprenda la retirada.

Estamos ante un canto de optimismo, muy fiel a lo que vemos en el protagonista, si no tampoco hubiera sobrevivido. Por ahí un grito de increpación al Todopoderoso, mismo Teniente Dan Taylor en Forrest Gump (1994), poco antes de entender el designio divino; sólo un momento pasajero y natural. Fácil sí, aunque tiene siempre la intención de dejar para la imaginación cierto dolor, ya que en esencia el naufragio representa algo dramático, pero razonablemente no en el quehacer cinematográfico de Ang Lee. Pero es que el filme no busca salirse de ser una obra que desea entretener, hacerte sentir bien, siendo en efecto bastante sencilla aunque con su toque inteligente que la haga mayor de lo que es y que lo consigue, y eso que falta mencionar que es trepidante, tiene una buena promesa de violencia (proclamada en las agresiones carnívoras de la hiena), es satisfactoriamente deliciosa visualmente, tiene buena estética (como lucir algunas mezclas de colores atractivos), sabe mantener la expectativa en el ambiente, dosificar la tensión y manejar una coherencia notable, que genera una falsa sensación de realismo. Un filme notable, que sabe llegar al público, que es reflexivo en dosis respetable, que quiere presentarnos una aventura extraordinaria, como la vida misma, en que lo mejor nos dice es creer, pensar el mundo con ilusión y fantasía, con fe.