domingo, 13 de enero de 2013

Kauwboy


Hay pequeños filmes que con su llaneza pero solidez atrapan la emotividad del espectador,  un poco de calidez y reflexión bien encaminada pueden ganarse el aplauso general, incluso de la exigente y atrevida crítica. Kauwboy es esa clase de filme. La trama la podemos resumir en un tronar de dedos, un niño que vive solo con su padre, un guardia de seguridad algo duro, encuentra un grajo (un ave negra de especie europea) y al adoptarla arma un vínculo con ella ante la dificultad de tenerla en su  hogar por la negativa del progenitor, la vida de los animales está afuera le dice, en clara metáfora de los seres humanos que yacen en su interior.  Además comparte atracción con una vecina y compañerita espigada, rubia y sencilla del equipo de waterpolo que tiene la característica de hacer globos gigantes de chicle de color azul. Todo debajo del meollo del asunto en la ausencia de la madre.

No es un filme complicado pero maneja sutil sustancia, hay una unidad que relaciona el cuidado del ave con la falta que le hace al niño la madre, supuestamente de gira musical en Estados Unidos, y a la que el pequeño Jojo (Rick Lens) de 10 años de edad llama repetidas veces para contarle sus fantasías y diario vivir, en el teléfono solo deja mensajes, nadie le responde. Es entonces que el cariño volcado hacia el ave hace aparición, su trato ordinario propio de un niño curioso con una mascota atípica a la cual aun a toda prueba sabe cuidar oculta sentimientos interiores no procesados, hirientes o complicados en la mente de un chiquillo. Esa introspección se presenta de manera muy idónea con el razonamiento infantil, vista desde un aire psicoanalítico.

La propuesta del holandés Boudewijn Koole que apenas dura hora y veinte minutos es un filme pausado pero no lento, con aire simpático pero con pequeños conflictos, algunos roces en el colegio o el trato a veces rudo con su padre, uno que no es un ogro ni una mala persona pero que tiene arrebatos desagradables. El niño es muy activo, muy seguro e independiente que exuda alegría e intensidad. También destila en su discreta historia la ternura de su entusiasmo por aquella niña con la que comparte su pasión por su ave, que se le da cabida como si fuera un personaje más, a la que estudia en sus características, es un niño despierto.

En la pantalla vemos la cotidianidad del jovencito, su mundo, su nuevo compañero y mascota, su cierta soledad, ya que hay una distancia con su padre y en la casa él debe hacer los quehaceres, ser diligente, aunque todavía se le escapan naturalmente algunas tonterías. No es un filme de grandes acontecimientos ni siquiera de contundentes verdades sino de un ser humano en crecimiento que enfrenta su existencia ya con varios retos y actos de superación, de cierta forma se debe hacer un hombre a temprana edad, asumiendo algunas responsabilidades y actitudes (positivas) dentro de su espacio, como en ese acto simbólico transportado del ser padre hacia él en su grajo, es un reflejo de lo que necesita y a falta de tenerlo lo da, lo busca. Sin embargo necesita comprensión ya que esta en edad de descarriarse, de perderse (la ira con la piedra sobre el puente), de resentirse con la vida. El filme gira entorno a él, es la historia de Jojo y no hay más. Lo que hace la propuesta algo que visto sin ojos sensibles puede pasar desapercibida, minimizada, ser poca cosa ya que el filme se afianza a una estructura que lo hace una realización ante todo intima.

Debemos ponernos en su lugar, para eso Koole nos hace reaccionar con algunos efectos pero en sí no se luce intensión de efectismos gratuitos. El padre no es una caricatura aunque es un personaje con no demasiadas aristas desarrolladas, no obstante hubiera sido fácil provocarla, ni el niño representa la indefensión absoluta (aunque claro es un menor), sino es a un punto autosuficiente y hasta atrevido. Reacciona como con los golpes de enojo que les da a los casilleros insistentemente, la huida de casa, su reiteración de tener el ave (más fuerte que todo porque representa su solidez emocional) o la mordedura a su tramposo compañero en la piscina.

Es grato hallarse con un filme tan diáfano, tan humilde pero bien hecho, con un mensaje claro, una mirada a la infancia, tan importante por la pureza y el arco iris que se merecen en un mundo que lastimosamente les toca a muchos ser duro desde antes de lo previsto. Se trata de calidez de principio a fin. Y eso irradia al observador.