sábado, 20 de octubre de 2012

The taste of money


El cineasta surcoreano Im Sang-soo compitió por la palma de oro en el Festival de Cine de Cannes 2012 con ésta película. Leído sobre ella decían que era muy sensual y trasgresora, y tiene de ello pero ha sido mucho menor de lo que parecía, siendo algo muy llevadero; también se le adjudicaba que era una obra mediocre, poco atractiva, y tampoco ha sido tan despreciable si bien está muy lejos de la obra de arte. Es una realización bastante entretenida, que vuelve a retratar la clase social alta de su país, como en The housemaid (2010), remake bastante libre de la cinta de culto de su compatriota Kim Ki-young del mismo título del año 1960 que era de corte popular y de serie B llena de suspensos, mucho melodrama y giros constantes, siendo la presente una continuación de la nuevas formas e ideas que dio, una derivación de la misma historia de Sang-soo, expresiones que aun viniendo de una adaptación resultan bastante personales, pero llevan de tributo como cuando pasa imágenes del original.

The taste of money se enfoca en las ventajas del poder a través del dinero en que todos se mueven bajo esos hilos muy conscientes de la omnipotencia de hacerlo todo cuanto deseen mediante su uso, y en donde se conjuga mucho la humillación y el abuso que esto permite. El eje del filme está en el asistente Joo Young-Jak, que pasa de un lado a otro en la batalla que despliega una pareja millonaria que van a separarse a raíz de una relación extramatrimonial que tiene el marido con una empleada de casa de procedencia filipina con la que lleva una larga relación al punto de tener dos niños con ella y considerarla su última mujer de una variedad que ha tenido. La esposa hace todo en sus manos para impedirlo y en medio está Young Jak que servil aunque con cierta moral padece esas decisiones.

Como no puede faltarle a Sang-soo, la luz de bondad entre tanta indolencia por el mal ajeno de la clase dominada yace también dentro de la familia en la hija que está enamorada del asistente. Éste romance esquivo, en un juego superficial, viene a ser una bocanada de aire fresco bajo tanto drama. El filme tiene su lado ligero, en sí lo es en general por tomarse tanto daño con poca preocupación en que trata de asumir que es como se mueve esa alcurnia social, pero que termina reduciendo el alcance de lo que postula al no darle mayor matiz y resonancia argumental. Hay una escena en que hay una riña a golpes, Young Jak trata de corregir al hijo engreído y resulta que no gana una, es un antihéroe en toda regla aunque serio, más llevado por acciones discretas, siendo manipulado constantemente. Hay que recalcar que los poderosos suelen salirse con la suya, Im Sang-soo los deja muy a menudo libres de polvo y paja, invocando nuestra reprobación como espectadores más que desde el interior de una trama que no es convencional pero fácil de apreciar.

La ansiada transgresión puede estar en que el castigo nunca llega por la ley sino por las personales elecciones, el engaño, el suicidio, el tiempo, que se encargan de lo que su sociedad se niega a hacer ante su corrupción, frente al materialismo de una ciudad moderna y sumamente lujuriosa. No faltan desnudos pero se ven en general algo rígidos, salvo en la ambición estética de las escenas de las guapas furcias asiáticas o de las masajistas extranjeras, destacando los encantos de la prostitución en la lascivia de la abundancia. No obstante no se embellece el acto para la cámara ya que se guían de una atmósfera de frialdad solo rebatida por toques extravagantes (el abuelo patriarca cuidado por una guardaespaldas gansteril, pequeña y gordita), así somos partícipes de risa o de espontaneidad (más entre la bella hija, que se viste siempre atractiva pero se comporta muy relajada, y el asistente que yace además de galán, que son las almas caritativas del relato).

En el filme no existen grandes recriminaciones, parece todo una telenovela con una estética que la ensalza por encima de ello, que alude un preciosismo que se conjuga con el contexto, junto con tomas superiores como el famoso travelling alrededor de la mesa familiar en que se desnuda la práctica de la infidelidad que a primera vista muestra el desenfado de la clase alta. Falla un poco entablar un nexo emocional entre la sirvienta y el millonario que llaman regularmente presidente, más por la actriz no muy dotada en su actuación, y aunque a fin de cuentas éste "affaire" es el soporte del filme se puede perdonar por la sequedad que exuda él en el personaje, que prima por sobre ella que es realmente accesoria. La propuesta permite algunas exageraciones muy orientales, con performances dramáticas potentes y elaboradas, y un detallismo propio del séptimo arte.

El marido, presidente de una respetada compañía, busca encontrar un aire de verdad en su vida y aunque lo hace dentro de la infidelidad se muestra con ganas de una última honestidad a prueba del sacrificio y de ir contra lo que se teme, su mundo que perdona todo, salvo la desunión, por lo que no le será tan fácil escapar aun en su descaro, ese que siempre ha tenido y tienen todos sus semejantes de clase. La ironía es que el esposo sabe de qué va el entorno y subestima a su contrincante, no mide el peso de su vieja compañera que también depreda, engaña y manipula.

No hay ética en juego y las justificaciones son las de cualquiera, pero el honor, lo invertido y las apariencias, el haber perdido la juventud unida a una persona que deja de querernos se convierte en una fuerte motivación, más que el amor, ya que el personaje de Yoon Yeo-jeung, una muy destacada actriz surcoreana que no sobredimensiona su papel pero está llena de aplomo, nos entrega una mujer mayor dura que parece tomar el relevo en la posición de su cónyuge, como si nada hubiera pasado.