viernes, 30 de diciembre de 2011

Habemus Papam

El cine italiano ya no es el de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini o De Sica que tanto impactaron al mundo, sin embargo todavía mantiene algunos nombres que representan dignamente su séptimo arte; entre ellos está Nanni Moretti, que en ésta realización hace de maestro de orquesta actuando, dirigiendo y co-escribiendo el guión.

El retrato que nos trae es el de un Papa que teme acceder a semejante responsabilidad, proponiendo dudas con respecto a su vocación, en ese trance se ve a un hombre y no a la mítica imagen de la representación del cargo. No resulta tan fácil para él sentir que hay un designio divino detrás de su persona, y es que ser Jesús es algo excepcional.

No solo es un adulto mayor buscando su identidad en el planeta sino que no teme revelarse ante la voluntad de su gremio sin que esto sea la verdadera razón; sino que yace en la disyuntiva que lo alberga desesperado por rehuir a una vida de entrega a la religión en el máximo lugar en la tierra. Recuerda haberse inclinado de joven por el teatro aunque falló al no ingresar a una academia con lo que el sueño desapareció. En la actualidad recita con pasión una obra de la dramaturgia de Chejov mientras corre a esconderse en una puesta escénica de aquella autoría.

Michel Piccoli nos describe a un sumo pontífice meditabundo y entristecido por su próximo rol que desestabiliza su seguridad individual; presentándose algo perdido y con la memoria frágil. Quiere cumplir ya que sabe que su negativa quiebra el estatuto e imagen de su iglesia pero a su vez no desea vivir enclaustrado en un título que siente no lo es idóneo para sí. Es sensible y compungida su expresión en constante vaivén huidizo, a ratos muy infantil en parte, porque no pensamos que un anciano pueda todavía no saber quién es en realidad. Moretti lo humaniza, le hace decir que de pequeño solía irse de manos con las niñas o se le ve gritar a sus dóciles compañeros ante la presión de que asuma las votación en su nombre.

El entorno es muy tranquilo, parece una vida pasiva sin emociones grandes a la que los sacerdotes acceden sin cuestionarse y en ese lugar el que sería el futuro Papa pretende mucho más o es que el vacío lo ha alcanzado sin miramientos distintivos en su ser. Otra pregunta sería ¿es el santo padre proclive a desear placeres terrenales? Quedan tantas hipótesis en el aire.

El tema provee de varias interrogantes pero es en un tono sutil en que se nos presentan, no es una cinta imponente sino más pegada a lo discreto con una comedia medida que más parece dar espacio al pequeño drama, no obstante bastante bien hecha que se hace agradecer que no busque congraciarse con los más crédulos o quienes solo aspiran a la polémica que la hay pero en justo equilibrio o buen gusto. Y quizás habría que ponerle algo de picante al tema que tampoco se trata de apagarle las luces al espectador o ponerle el panorama muy bonito.

Tiene un desarrollo de aspecto algo opaco empero el leitmotiv del filme está claro y la irreverencia está servida como plato suave pero contundente. Se ve convencional en su estructura pero con la salvedad de que el temor papal es una audacia del cineasta que interpreta a un psicoanalista que de igual forma no se toma en serio y en su relajo de figuras nos despierta la complicidad emotiva primaria. El sumo pontífice brinda esa trascendencia que de otra forma sería poco curiosa y es de rescatar que Moretti guarda respeto por el catolicismo aunque se permite sus libertades con éste.

El centro es la indecisión, es que nuestro protagónico no sabe qué camino tomar, la confusión lo agobia y no hay que menospreciar el sentimiento que nos gobierna, somos seres humanos anclados a deseos, sueños, afinidades y voluntades, nadie se excusa de la emotividad, ni siquiera el representante de Dios en la tierra que también se presta para la discusión fuera de su edad o que se deba a millones de personas. Y ahí está el mensaje para quien lo quiera “descubrir”, al fin y al cabo únicamente somos hombres.